Aran Dramática presenta la versión escénica del gran éxito literario de Rosa Montero, “La ridícula idea de no volver a verte” en el que la escritora rinde homenaje a la científica Marie Curie y establece un conmovedor paralelismo entre su vida y la trayectoria vital de las dos veces Premio Nobel polaca. La narración mezcla, a través de un lenguaje poético y cercano, el sinsentido de la pérdida de un ser querido y los logros extraordinarios de Marie Curie en un mundo de hombres plagado de prejuicios. “La ridícula idea de no volver a verte” es un emocionante canto a la vida, un viaje a través de la superación del dolor y una experiencia liberadora y entretenida.
La versión escénica de "La ridícula idea de no volver a verte" respeta el espíritu y la letra del material original, buceando en lo más esencial del texto escrito por Rosa Montero, sintetizándolo para el buen desarrollo de su adaptación a la escena, contando con el talento interpretativo de la protagonista, María Luisa Borruel y el habitual buen hacer del director y dramaturgo, Eugenio Amaya.
Equipo
Técnico-Artístico
Espacio Escénico Claudio
Martín
Diseño de Iluminación Javier
Mata
Música Oscar
López Plaza
Caracterización Pepa
Casado
Diseño
de
Videoproyecciones Alex
Pachón
Fotografía Félix
Méndez
Sonido Koke
Rodríguez
Comunicación Toñi
Escobero
Ayudante
de dirección y diseño de
cartel Jorge Moraga
Producción
ejecutiva Manuela
Vázquez
Dirección
y
dramaturgia Eugenio
Amaya
CRÍTICAS
Una travesía por la ausencia
Diego
Doncel
La
escritura de Rosa
Montero siempre
posee una alta tensión emocional. Le gusta hacer del texto literario
un diálogo de sensibilidades, de imágenes y de ideas. A ella le
gusta transformar la realidad en cada artículo, en cada novela para
mostrarnos los paisajes de nuestra historia cotidiana, incluso la
ciencia ficción de lo que somos. Ninguna obra suya posee el encanto,
la fragilidad de «La ridícula idea de no volver a verte». Un
testimonio que es un confesión, una travesía por la ausencia que es
el territorio de la última utopía: saber vivir cuando el hombre al
que quieres ha muerto.
En
la versión teatral que estos días podemos ver en el Teatro Fígaro
bastan una mesa, un ordenador, un mueble lleno de biografías, un
sillón con el hueco de los recuerdos para que el duelo por esa
muerte no sea solo un canto al dolor, sino a la vida; a la vida de
él, a la vida junto a él y a la vida después de él. El espectador
se mantiene todo el tiempo en ese equilibrio de estar asistiendo al
relato de una tragedia y viendo cómo se construye la moral necesaria
para una supervivencia. El texto sin género de Rosa Montero, donde
se mezcla la biografía rota de su historia de amor con la biografía
también fracturada de las investigaciones y amores de Marie
Curie,
las reflexiones y el material fotográfico, ha sido adaptado por
Eugenio
Amaya conservando
buena parte de su esencia. Hay momentos en que, en la puesta en
escena, echamos en falta la creación de recursos dramáticos que
potencien la enorme experiencia de lo que se cuenta, pero la obra en
sí tiene la fuerza que supone este viaje hacia el optimismo, hacia
la aceptación, hacia la serenidad. El largo monólogo de la
escritora está interpretado por María
Luisa Borruel y
lo hace desde esa fragilidad del duelo, pero también desde esa
confianza en saber dialogar con la muerte, digna y serenamente,
siempre con una sonrisa. Es un monólogo con muchas dimensiones
interpretativas, aunque a veces se demore en un cierto tono
disertativo, pedagógico.
La
obra posee la belleza de lo sencillo, pero también una reflexión, a
partir del ejemplo de Marie Curie, sobre la posición de la mujer en
el mundo actual. Cuando la soberbia iluminación se queda fija en el
sillón que él ocupaba a diario, con el resto de la escena a
oscuras, uno sabe hasta qué punto la ausencia, el dolor, la ceniza
de los recuerdos sirven para construir de nuevo la vida, otro trozo
del camino de la vida. Las palabras que nos llegan desde las tablas
sabemos que no hablan de un duelo con el pasado, sino de un duelo con
el futuro en el que él también estará. Lírica, delicada, intensa,
una obra para reconciliarse con las sombras de nuestro corazón.
@Félix Méndez
@Félix Méndez
El abrazo de Aran Dramática en ‘La ridícula idea de no volver a verte’
Susana
R. Sousa
‘La literatura existe, porque el mundo no basta’ Pessoa
Seguimos
la historia de amor de la protagonista a través de la fascinante
vida de la científica polaca Maria Salomea Skłodowska, primera
persona en ganar dos Nobel en distintas especialidades, más conocida
como Marie
Curie.
La
vida de Marie Curie no fue fácil. Se enfrentó a una sociedad que la
relegaba al rincón de las labores domésticas y tuvo que esforzarse
el triple que su marido, el también científico Pierre Curie, para
conseguir estar a su altura. Además del hecho de que tenía que
dividir su tiempo en muchas más parcelas que cualquier hombre (la
casa, el marido, las hijas, el trabajo, la ciencia), tuvo que lidiar
con otros inconvenientes de la época. En la obra, se mencionan
algunos de ellos, como el escándalo que supuso su relación con el
científico Paul Langevin, una vez quedó viuda de Pierre Curie.
Sobre
el escenario, una mujer madura en lo que parece ser el salón de su
casa, o el rincón dedicado a escribir. Su refugio. Al fondo, una
pantalla va mostrando los rostros del pasado que nos acompañan
durante toda esta aventura emocional. La vida de Marie Curie y la
vida de la protagonista de “La ridícula idea de no volver a verte”
se entrelazan en un precioso texto que vio la luz en 2013, con la
publicación de la novela de Rosa
Montero.
En la novela, la escritora reflexiona sobre el duelo y la vida.
‘Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos’
Así
comienza la novela y así comienza la función. Una declaración de
intenciones en toda regla en la que la que la actriz María
Luisa Borruel despliega
un talento interpretativo que nos lleva a lugares inimaginables. Lo
hace de una manera contenida, sin perder la sonrisa excepto en un
momento sublime en el que, sentada en el sillón de su amado,
recuerda sus últimas palabras.
¿Es
posible la vida después de la muerte? ¿La muerte de un ser querido
se convierte en un ensayo de nuestra propia muerte?
“Cuando
el dolor cae sobre ti, sin paliativos, lo primero que te arranca es
la palabra”,dice la protagonista en un momento de la obra. Aquello
que nos resulta realmente doloroso, es difícil nombrarlo, al menos
hasta pasado un tiempo. El tiempo pasó y Rosa Montero fue capaz de
nombrar todo ese dolor en una novela que sigue siendo una de las
obras cumbres de su carrera. Sobre el escenario, la versión
deEugenio
Amaya,
así como su dirección, mantiene la carga emocional de la novela. Un
viaje hacia la aceptación y la calma en el que nos acompaña una
admirable iluminación que no podemos dejar de señalar como una de
las maravillas de la obra.
@Félix Méndez
@Félix Méndez
Teatro: La ridícula idea de no volver a verte teatro. Teatro Fígaro
Fernando Muñoz Jaén
http://www.vistateatral.com/2019/07/teatro-la-ridicula-idea-de-no-volver.html
Las relaciones personales son universales, la pérdida de un ser querido duele igual a día de hoy que a principios del pasado siglo (o de hace veinte). La relación de compañerismo que se puede llegar a crear entre la pareja debe ir más allá que lo que "impone" la sociedad, llegando a lugares de igualdad que como colectivo nos queda mucho para llegar. Las parejas se componen de infinidad de pequeñas complicidades, elementos que cimientan lo creado y que hace de esa unión algo más sólido que la propia sociedad en la que viven. La pérdida de una de las partes puede hacer tambalear, no solo los sentimientos de la otra parte, sino toda su existencia.
Venimos con el alma encogida, ya que sabemos lo que venimos a ver. Una de las novelas más deliciosas y a la vez más tristes de los últimos tiempos es el punto de partida para crear esta obra. A mitad de camino entre una biografía y un ensayo sobre las relaciones entre las parejas, la novela entrecruza la biografía de la científica Marie Curie y la relación con su marido, y los pensamientos de la escritora en torno a la muerte de su pareja. "A mi me sucedió que tomé mi duelo como una enfermedad de la que había que curarse cuanto antes. En nuestra sociedad la muerte es vista como una anomalía y el duelo, como una patología. Yo no quería sentirme avergonzada por mi dolor. Así que procuré plegarme a lo que creía que la sociedad esperaba de mi tras la muerte de Carlos. En los primeros días la gente te dice: "llora, llora, es muy bueno", y es como si te dijesen "es absceso hay que rajarlo y apretarlo para que salga el pus". Y precisamente en los primeros momentos es cuando menos ganas tenía de llorar, porque estás en shock, extenuada y fuera del mundo" palabras que salen de las entrañas para intentar comprender lo que se siente ante la pérdida de la pareja. Mitad terapia, mitad exabrupto para conseguir recomponer el alma y volver a situarse en un universo al que ahora parece no pertenecer.
Esta obra es una versión de la novela homónima de la escritora Rosa Montero, autora siempre muy concienciada con la figura de la mujer, tanto en la actualidad como a lo largo de la Historia. Escritora de gran éxito, siempre ha plasmado en sus libros todas sus inquietudes, realzando siempre la figura de la mujer como figura esencial en sus novelas. En este caso el texto gira en torno a la figura de Marie Curie y el suyo propio, mostrando un paralelismo entre la actitud de ambas frente a la pérdida de su pareja. Montero es una periodista, entrevistadora, columnista, pero sobre una de las novelistas con más popularidad y prestigio de nuestro país. Obras tan destacadas como "La hija del caníbal" (por la que obtuvo el Premio Primavera), "La loca de la casa" (premio Grinzane Cavoir), "El corazón del Tártaro", "La carne" o su reciente trilogía de ciencia ficción "Lágrimas en la lluvia", "El peso del corazón" y "Los tiempos del odio". En todas ellas es preponderante la figura de la mujer y el tratamiento tan profundo que le da estos personajes femeninos.
Este precioso proyecto ha sido llevado a cabo por la Compañía Arán Dramática, fundada en 1990 por María Luisa Borruel (actriz protagonista de la obra) y Eugenio Amaya (director de la obra). La obra es fiel a la novela, intentando mantener toda su contundencia, basada en la figura de la mujer. Para esta compañía extremeña la novela es "una oportunidad para explorar la relación entre literatura y teatro". Una novela que tenía esencia teatral, por la lucidez con la que llega a hablar de un tema tan difícil como la pérdida de la persona amada.
Arán Dramática debutaron con "Estrellas en la madrugada" y tras una larga carrera tienen más de veinte montajes a sus espaldas. Candidatos a los premios Max en 2014 por su obra "Anomia" (autoría teatral) y en 2015 por "Coriolano" (mejor actriz de reparto, mejor actor de reparto y versión teatral). Entre su larga trayectoria destacan además títulos como "La Torre", "En familia", "Mujer rota" o "La serva padrona".
Eugenio Amaya ha sido el encargado de la dirección y la dramaturgia, intentando en todo momento mantenerse fiel a la novela original. Un montaje elegante que nos llena de dolor y de esperanza, con momentos demoledores que se entrelazan con preciosas escenas que no enternecen, todo ello con un ritmo pausado, que nos permite no perdernos un solo detalle de un texto tan duro como sincero. Este es el tercer monólogo en que trabajan mano a mano Eugenio Amaya y María Luisa Borruel, tras "Mujer rota" y "Tejas verdes".
La escritora consigue una historia que se mueve "entre el recuerdo personal y la memoria de todos, el análisis de nuestra época y la evocación íntima, habla de la superación del dolor, de las relaciones entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora de la literatura y la sabiduría, de quienes aprenden a vivir con plenitud". Una historia que nos hace viajar de lo general a lo particular, de lo más íntimo a lo más común, de las vivencias propias de la escritora a la vida de Marie Curie como ejemplo de mujer que sufrió una pérdida de manera similar a la de la protagonista. La autora nos muestra sus recuerdos más íntimos, sus dudas y sus temores, a la vez que nos voltea hacia la vida de científica, para ver como muchas de las cosas que le suceden son de carácter universal.
En todo este baile emocional todo gira en torno a la figura de la artista, interpretada de forma fantástica por María Luisa Borruel. Una actriz acostumbrada a enfrentarse a textos contundentes en "primera persona" afronta este tour de force desde la seguridad de quien se ve capacitada, de quien transita terrenos conocidos. Ha sabido transmitir todos los matices que la escritora mostraba en la novela, una angustia por la pérdida que se sopesa con unas ganas por continuar con la vida. Una difícil propuesta que solventa con maestría, acercándonos aún más a los personajes de los que habla, mostrando cada nuevo recuerdo como algo mágico, cada experiencia como algo inolvidable.
La escenografía nos sumerge en el lugar de trabajo de la escritora, un lugar acogedor e íntimo que ha sido diseñado por Claudio Martín, se acompaña por diversas proyecciones de fotografías de la científica que corren a cargo de Álex Pachón. Esta calidez que transmite el espacio escénico se debe en gran parte a la iluminación creada por Xavi Mata. La música que nos acompaña a lo largo del relato de la protagonista ha sido creada por Óscar López Plaza, arropándonos en los momentos más duros de la obra y guiándonos como si fuese la banda sonora de sus vidas. Impactante era la novela por la sinceridad y la forma en la que transmite los sentimientos más profundos y dolorosos de una persona. La obra de teatro se mantiene fiel al texto original y consigue llegar a la esencia del mismo, sin perder ni un ápice de su fuerza y su dureza. Un montaje diferente que nos adentra en lo más profundo de nuestros miedos, pero también reivindica la figura de la mujer y su indefensión ante muchos tópicos de nuestra sociedad. Es increíble como muchas de las cosas que sufrió Curie, pese al apoyo de su marido, siguen ocurriendo en nuestros días.
Mágica
unión en el trágico devenir de Marie Curie y el magisterio de una
actriz, María Luisa Borruel
Horacio
Otheguy Riveira
El
inclasificable libro de Rosa Montero, La
ridícula idea de no volver a verte,
transcurre ahora en un escenario que representa el despacho de una
escritora que se dirige a los espectadores para confesarse en un tono
más de conferencia que de intimidad pura y dura.
Vive
un duelo, la muerte de su marido después de 20 años juntos, y lee
biografías de Marie Curie: su vida pequeña, intrascendente, minada
de dulces recuerdos sin conflicto alguno, se ve así recorrida por la
existencia apasionante de una mujer de ciencias polaca, emigrante a
Francia, dos veces ganadora del Premio Nobel, también viuda, pero
muy menospreciada por una sociedad machista que, contra todo
pronóstico, nada pudo hacer para evitar los premios internacionales
para un “insólito” genio de sexo femenino.
El
carácter autobiográfico del libro de la Montero sorprende por el
contraste de la banalidad que cuenta como asunto propio, ligeramente
acompañado de poética memoria sentimental, frente a la
trascendencia de Curie, sorteando peligros abrumadores. En medio, la
caída en desgracia de “Carlos”, un personaje que en la realidad
fue el periodista Pablo Lizcano (1951-2009) del que nada interesante
se cuenta. Esta dualidad que torna la narración muy poco atractiva,
más bien exageradamente irregular, es llevada al teatro por el
autor-director Eugenio
Amaya de
tal manera que las partes forman un todo naturalmente fluido, y los
íntimos recuerdos que tiene la viuda de hoy se fortalecen al revivir
los de su marido ausente: aquellos episodios felices para él y que
ella sólo vivió de lejos.
La
capacidad de la imaginación es el lado luminoso de la existencia, la
capacidad de narrar también, y en ese vaivén, con la mirada triste
de un cuerpo enérgico, propio de Marie Curie, una gran actriz como
María
Luisa Borruel consolida
una creación formidable: la de la cotidianidad desde que entra
convertida en el personaje de una escritora, taza en mano, rumbo a su
ordenador, junto a las biografías de Marie y a pocos pasos del
sillón preferido de un gran amor físicamente desaparecido. Actriz y
montaje escénico dan vuelo a un libro que sólo lo tiene a ratos,
pero que aquí consolida un espectáculo de singular dinamismo.
María
Luisa Borruel recorre
muchas veces el amplio escenario del teatro Fígaro de Madrid y en
cada caso, transmite una experiencia, un encanto, una teatralidad
medida y poética; en silencios densos como en el modo de sentarse,
de juntar las rodillas, de sonreír, de volver a sentarse en otra
butaca, de leer en voz alta párrafos históricos, bajo una minuciosa
iluminación la totalidad del encuentro encuentra sus palpitaciones
más preciadas, el engarce de las partes de hoy y de ayer, de lo
histórico profundo y la banalidad de una existencia intelectual sin
estridencias (tal y como se cuenta en el libro y en la adaptación
teatral) adquiere una riqueza dramática memorable.
El
personaje crece, se vuelca en nosotros, espectadores, y nos hace
cómplices. Deambulamos a su lado, nos acercamos cada vez más, y
sentimos su aliento en nuestro oído cuando baja la voz e incluso en
algunos susurros le escuchamos la cadencia infinita de una corriente
de amor de incalculable alcance: por la literatura, por la lucha de
las mujeres, por el esfuerzo humano en general dispuesto a
sobreponerse a las dificultades recordando, por ejemplo, instantes de
infancia que siempre nos acompañan para saber que no estamos solos,
ni siquiera en el mayor desamparo.
La
escenografía, la composición musical y el diseño de iluminación
acompañan a la gran actriz y colaboran en preciosa armonía para que
la complejidad del espectáculo se despliegue con la misma aparente
sencillez con que una mujer recorre los extraños caminos de la vida
y la muerte, la tragedia y la esperanza.
Luis
de Luis
A
comienzos de década Rosa
Montero puso
a prueba su, ya de por sí, enorme versatilidad como escritora y, más
específicamente, narradora con la publicación de “La
ridícula idea de no volver a verte”. Un
libro, por aquel entonces, hibrido e inclasificable que hoy en día,
la crítica ya ha acuñado la etiqueta autoficción para
etiquetar libros como el de Montero.
En
“La
ridícula idea de no volver a verte” Rosa
Montero abordaba
con sinceridad limpia y natural el duelo tras la muerte de su marido;
con una escritura pudorosa y tersa contaba su calvario personal (tan
parecido y equivalente al de cualquiera, tan especial y único como
el de cualquiera) sin convertirlo en una emocionada elegía o una
arrebatada letanía sino narrando tanto las vicisitudes para la
creación de una biografía de Madame
Curie como
el impacto emocional que le supuso la lectura del Diario que escribió
la genial científica a la muerte de su marido Pierre.
Eugenio
Amaya ha acometido el dificilísimo reto de adentrarse en un texto
tan personal y, por naturaleza, irrepresentable para construir una
arriesgadísima dramaturgia de la que, además, ha asumido la
dirección y, no lo solo eso, sino que, a mayor abundamiento, ha
conseguido salir triunfante de la imposible tarea.
Amaya
ha dejado un compacto texto teatral que prima (con inteligencia) los
momentos del duelo más personales compensándolos con aquellos
pasajes de la vida de Madame
Curie que
reflejaban, a través del tiempo y el espacio y cosiéndolos con las
reflexiones de la autora más cotidianas para
lograr
un equilibrio tan natural como pasmoso. Todo lo anterior sería
imposible sin la interpretación tan creativa como entregada de María
Luisa Borruel que,
con suavidad y delicadez, sabe dar cada inflexión, cada matiz y cada
mirada necesarias para habitar texto que exige estar vivo y
esperanzado en cada representación, como si fuera la primera vez.
Este
teatro es intensamente emocional, intensamente natural, intensamente,
por tanto, cercano y reconocible; por eso, quizás, sea tan escaso y
resulte tan raro encontrarlo, tan plagado de amor, humor y
sinceridad, salvo cuando aparece Perigallo por las tablas que es,
como ya quedo dicho más arriba, todo un acontecimiento.
@Félix Méndez
@Félix Méndez
La ridícula idea de no volver a verte
Rosa
Montero no solo es genio; también es humanidad. Quizá ambas
palabras no deberían estar contrapuestas. En su libro (porque es
difícil llamarlo novela) 'La ridícula idea de no volver a verte' se
abre en canal, yendo a lo sencillo y lo grande, que es lo que nos
hace estar vivos. Y felices. Eugenio Amaya ha sabido rescatar
maravillosamente en esta puesta en escena la esencia de este
manifiesto lleno de vitalidad y sinceridad, extrayendo del texto sus
partes más significativas y respetando su espíritu.
No era tarea fácil. 'La ridícula idea de no volver a verte' cuenta una historia, o no, según se mire; no podemos refugiarnos en una trama ni en unos personajes, aunque el relato esté poblado de acontecimientos y seres importantes. El texto resiste muy bien el traslado del papel al escenario. Un auténtico logro, dadas las características del original.
No era tarea fácil. 'La ridícula idea de no volver a verte' cuenta una historia, o no, según se mire; no podemos refugiarnos en una trama ni en unos personajes, aunque el relato esté poblado de acontecimientos y seres importantes. El texto resiste muy bien el traslado del papel al escenario. Un auténtico logro, dadas las características del original.
Parte
de ese mérito se lo debemos a la gran María Luisa Borruel
(candidata a los premios Max 2015 como mejor actriz de reparto). Su
interpretación transmite humanidad y sencillez en cada palabra, cada
gesto, cada silencio. Hay una simplicidad desnuda, buscada y
tranquila, que relata la vida tal y como es, la suya y la de Marie
Curie, a la que humaniza y engrandece durante el espectáculo.
Borruel es la perfecta álter ego de Montero.
Quizá
lo más debatible del espectáculo sea, precisamente, todo lo que se
refiere a su apuesta espectacular. Estaba claro que con un relato de
estas características había que optar por una escenografía que no
lo entorpeciera. Aunque ese espacio con tres epicentros no acaba de
estorbar, tampoco aporta otra cosa que no sea el sostén del atrezo
que utiliza Borruel, y quizá una ruta de desplazamiento escénico
cuyo cuarto eje se completa en proscenio, en la intersección de dos
luces de calle. No sabemos si la ubicación de las proyecciones ha
sido elegida por el director o viene dada por las circunstancias de
la sala, pero que no aparezcan centradas y elevadas impide la
visibilidad en el flanco derecho cuando la actriz se pone delante de
ellas. La música está muy bien elegida, aunque no siempre ayuda a
transitar, ya que hay ocasiones en las que parece un falso final.
En
conjunto, y aunque el aspecto espectacular no vaya parejo al texto y
a la interpretación, es este un trabajo más que interesante y un
auténtico revulsivo emocional. Estará hasta finales de julio, si
quieren reencontrarse con los motivos para seguir vivos, no se lo
pierdan.
Eugenio Amaya adapta para el teatro 'La ridícula idea de no volver a verte', libro de Rosa Montero, con fidelidad a su esencia
Si
ya es difícil convertir un texto narrativo en teatro, más aún
cuando lo que se pretende adaptar no tiene un género claro. Eso
ocurre con La
ridícula idea de no volver a verte,
un
libro híbrido, inclasificable, que Rosa
Montero
escribió
en pleno duelo por la muerte de su pareja. Hay de todo en él:
reflexiones, confesiones, fotografías y recuerdos de la propia
autora, entremezclados con el relato de la vida de la científica
Marie Curie y lecturas del diario que la científica escribió
igualmente tras quedarse viuda. También hay mucha intimidad: se lee
como si se estuviera escuchando a una amiga del alma que te cuenta
sus pensamientos más espontáneos, sin miedo a ser juzgada, una
conversación de esas que purgan. Esa
intimidad que es la esencia de este libro se respira en la
adaptación teatral que ha dirigido Eugenio Amaya,
un monólogo bien armado, que puntea el texto original con cierto
crescendo,
aunque quizá en este aspecto se queda corto: por momentos tiene un
tono de conferencia, didáctico, con el que cuesta empatizar. Se
entiende que se haya optado por la contención, es lo que pide el
libro original, pero ayudaría al público que hubiera más
subrayados dramáticos, un progreso emocional más intenso, más
juego escénico.
La
voluntad de intimidad se advierte también en la interpretación de
la actriz María Luisa Borruel. Muy cercana, dominando por completo
el escenario, sujeta el monólogo sin estridencias y desde los
primeros minutos consigue que el público se relaje y conecte con
ella. Fue aplaudida con admiración en el
estreno de la obra en Madrid.
La
belleza de las palabras
Fran
López Galán
«Todos
necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable».
Es
una cita de Georges Braque que la escritora Rosa Montero citaba en su
libro La
ridícula idea de no volver a verte.
Al leerla por primera vez pensé: ¿qué es la belleza? Para mí, la
literatura, por ejemplo, lo es; también, el teatro. Y si ambas
disciplinas artísticas están unidas, la combinación es
insuperable. Eso es lo que ocurre sobre las tablas del Teatro
Fígaro cada
vez que da comienzo La
ridícula idea de no volver a verte,
que lleva el mismo título que el libro de Rosa Montero. Un
paralelismo entre la vida de la Premio Nobel Marie Curie, que perdió
a su marido tras un accidente en plena calle, y la vida de la propia
Montero junto su marido, al que tuvo que decir adiós tras una
enfermedad. Sobre el escenario, el libro se transforma en obra de
teatro para narrar la biografía de ambas mujeres desde el dolor y la
nostalgia, pero también desde el coraje, la fuerza y la superación.
De
eso se encarga, de forma magistral, María
Luisa Borruel.
La actriz encarna a una Rosa Montero que, desde su intimidad y antes
de ponerse a escribir, reflexiona sobre la figura de la gran Curie.
Lo hace a través de un monólogo que le sirve para hablar sobre su
propia existencia y con el que obliga al público a hacerlo sobre sus
propias vidas desde el primer minuto, cuando se encienden las luces
tenues de un escenario que destaca por su sencillez. Un escritorio,
una mesilla con varias biografías de la científica y un sillón
orejero bastan para recrear la belleza de lo sencillo. Sobre el fondo
oscuro van apareciendo algunas de las fotografías que también se
recogen en el libro con momentos vitales tanto de Curie como de
Montero y partes del diario que la Premio Nobel escribió tras la
muerte de su marido.
La capacidad de María Luisa Borruel para interpretar un texto tan largo en solitario es insuperable. Es, sin duda, una de los aspectos que más destacaría de esta obra que es una adaptación muy fiel de uno de esos libros que se recuerdan siempre. Algo que ocurre también con esta obra que remueve, que enamora y que celebra la vida a pesar de la muerte.
La
ridícula idea de no volver a verte rezuma
belleza, la belleza de la literatura, la de las palabras escritas
sobre el papel o interpretadas sobre un escenario. Fernando Pessoa
aseguraba que «la literatura, como el arte en general, es la
demostración de que la vida no basta». Por eso necesitamos la
literatura y el teatro y, por supuesto, obras como esta.
@Félix Méndez
@Félix Méndez
LA RIDÍCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE DE ROSA MONTERO. ARÁN DRAMÁTICA. TEATRO LÓPEZ DE AYALA
Francisco Collado Berrocal
Dentro
de las variantes del texto dramático, el monólogo es el nudo
gordiano, tanto para el interprete como para el dramaturgo. Al
interprete le exige versatilidad, dominio deltiming,
riqueza en la expresión corporal y (sobre todo), esa capacidad de
conectar con el respetable y transmitir vivencias que no todo actor
posee. Enfrentarse al texto de Rosa Montero conllevaba la dificultad
de adaptar un paisaje literario imaginado para la densidad de la
novela. Para la dramaturgia, la ventaja se encuentra en un texto
construido en modo de reflexión. En modo de memoria (personal y
colectiva). Sobre las tablas, esta forma de novela facilita el
desarrollo, en especial si el texto está vivo y palpitante como es
el caso de esta novela. Eugenio Amaya ha sabido alquimizar; en su
particular laboratorio; la mezcla correcta de elementos, de crear en
sus alambiques un texto teatral a partir de la novela genésica.
Construida en torno a dos realidades paralelas, el diario de Marie
Curie y una protagonista (alter ego de la autora), que convergen en
situaciones, en problemas humanos y universales, ofreciendo un
continuo ejercicio de metateatro.
Con
una narración fluida; ejercicio de personal exorcismo; Marie Curie
se apodera de la autora ¿o es al contrario? Y ambas posesionan a
María Luisa Borruel en un juego de espejos fascinante que nos habla
de algo tan universal como el absurdo del dolor y los senderos que
transitamos cuando arribamos en ese puerto brumoso. “Representar
el dolor te lo quita de encima y lo convierte en otra cosa”(Rafael
Chirbes. Crematorio). De este modo. la catarsis de la autora a través
de la actriz, llega hasta el espectador en un ejercicio de
sublimación. Sobre el escenario, un atrezo casi espartano (Claudio
Martín), pero con todo lo necesario para narrar visualmente el mundo
de la protagonista, su relación con su amado y; paralelamente; las
cuitas de Marie Curie. Para esto también se apoyan en proyecciones
de Alex Pachón y un espacio sonoro (Oscar López Plaza) respetuoso
con las emociones, en segundo plano, con breves retazos de gran
belleza, tempos reposados y acordes atmosféricos. La iluminación
(Xavi Mata) juega con la luz cenital sobre la protagonista y hermosos
detalles como convertir una papelera en la luz azul verdosa del radio
mientras el texto de Curie se refiere a su descubrimiento. Hay una
(aparente) sencillez en esta propuesta. Desde la caracterización de
lo cotidiano (Pepa Casado), hasta lo rutinario del escritorio, los
papeles, el ordenador, que configuran el mundo de la escritora. Pero
tras esa pantalla, los colores que nos muestra esta paleta de
hermosas palabras son preguntas universales.
María
Luisa Borruel juega con la sensibilidad del texto y el dolor
soterrado, navega con las inflexiones
de su voz por la memoria personal y colectiva, controla el gesto,
pasea ampliamente, utilizando todo el espacio escénico. La madurez
dramática de la actriz crea un ámbito seductor, donde las vivencias
entrecruzadas tornan universales. Pero también hay sitio para la
reivindicación, para la justicia de la memoria, para explorar la
analogía entre novela y teatro. El texto es todo un desafío, dada
la contención que solicita frente a la intensidad de las emociones y
su “normalización”. Pero sin perder la percepción de abismo que
se abre con las pérdidas humanas. Borruel camina de puntillas sobre
el dolor, juega con la continencia de los sentimientos; pese a lo
traumático del fondo; dibuja con gestos sutiles la intensidad, en un
personaje que es un verdadero derroche de sabiduría escénica. La
obra, como un eterno retorno termina igual que comienza. María Luisa
Borruel esgrime una sonrisa de aceptación, mucho más efectiva que
los desgarros y desvaríos a que podría prestarse el tema (y se
agradece que no los haya), recorre suavemente los muebles con las
manos. Quizás retornando, quizás aceptando la realidad. Después
vuelve a la reflexión inicial donde nos narra que al “no
haber tenido hijos, lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido mis
muertos”. Pero
prefiero quedarme con ese párrafo magnífico y señero: “No
hay nada tan hermoso y espléndido como el canto de una niña bajo la
higuera”.
Hermosa metáfora de la sabiduría que se adquiere tras el dolor y la
aceptación. Pero si me permiten discrepar, pienso que hay algo más
hermoso: Que existan intérpretes que divulguen y den vida a estos
sentimientos. Y que lo hagan con la solvencia y profesionalidad de
este nuevo proyecto de Arán
Dramática.
La ridícula idea de no volver a verte: lo más importante que te va a pasar en la vida es la muerte
Inés
Rodríguez
Lo
más importante que te va a pasar en la vida es la muerte. Más
allá del tiempo, de los problemas, de los órdenes sociales. El
dolor de una pérdida es el punto de inflexión capaz de detenerlo
todo, para volver a poner en funcionamiento la máquina de nuestra
vida: pero ya nunca de la misma forma. Esa es la idea en torno a la
cual gira el ideario de esta función, como una dolorosa dosis de
vida tratada con lucidez, ternura y resiliencia.
La
Ridícula idea de no volver a verte convierte
el libro en teatro y el teatro en ensayo autobiográfico. Una obra
punzante, hermosa, demasiado real para no resultar tangiblemente
dolorosa. La novela homónima de Rosa
Montero cobra
así vida, en forma de un largo monólogo que aborda temas tan poco
banales como la muerte, la intimidad, el feminismo o el duelo. A
través de su propia historia -y con la muerte de su marido como hilo
conductor-, la autora hilvana en la novela reflexiones personales con
la historia de una de las mujeres más destacadas de la historia:
Marie
Curie. Y
yendo mucho más allá de su carrera científica, aprenderemos sobre
sus logros, su vehemencia, su personalidad, debilidades y fortalezas.
En
un formato sencillo y directo, la actriz María
Luisa Borruel se
enfrenta así al titánico reto de mantener la atención del público
durante más de hora y media de función. Sola en el escenario, en un
entorno estático, sin sobresaltos, sin grandes giros, convertido
todo en un acogedor salón donde se irán hilando capítulos a modo
de lectura dramatizada.
Si
bien resulta pausado, la obra consigue mantener el foco de atención
a través de capítulos contrapuestos, donde la filosofía, la
historia, la autobiografía y las emociones más profundas se van
sucediendo sin ningún tipo de compasión. Cálida, concisa, tierna:
María
Luisa Borruel consigue
dar vida a una escritora resiliente con una habilidad para la
evocación y la palabra dignas de la misma Rosa Montero.
La
obra es una conclusión: la memoria propia es memoria colectiva. La
muerte es patrimonio de todos. Y el dolor es capaz de hundirnos en lo
más hondo y de crear a la vez las más hermosas palabras y nexos en
la raza humana. Como hizo Marie Curie, que supo sobreponerse y dar
forma a una labor humanitaria basada en sus descubrimientos que la
daría el Nobel de la Paz.
La
ridícula idea de no volver a verte es
convertir un poco más en vida la literatura. Aprender sobre el
tiempo, la muerte, sobre Marie Curie y sobre ti mismo. La
Ridícula idea de no volver a verte es llanto y renacimiento, fotos
en el cajón, más lecciones que arrepentimientos, y la vida como
máximo exponente que nos une a todos en una expresión colectiva.
La ridícula idea de no volver a verte: Teatro Figaro
Natty
– Desde un rincón de mi habitación
"Si
tuviera que definir de qué trata la novela, yo diría que es un
libro sobre la vida y la capacidad de aprender a vivir mejor, de
alcanzar cierta serenidad y de ser más feliz, en definitiva"
Estas palabras salen de Rosa Montero, autora de esta novela que hace 7 años me encandiló y puso mi foco de atención en Marie Curie, una señora magnífica y a la que la sociedad le debemos mucho.
Creo que en varias ocasiones os he dicho que los mejores regalos que me pueden hacer y que hago es compartir momentos con la gente que quiero. Y hace una semana pude ir a disfrutar en el Teatro Figaro de Madrid uno de esos momentos con mi madre cuando fuimos a ver La ridícula idea de volver a verte, una obra de teatro con nombre homónimo que sale de la novela de Montero.
Estas palabras salen de Rosa Montero, autora de esta novela que hace 7 años me encandiló y puso mi foco de atención en Marie Curie, una señora magnífica y a la que la sociedad le debemos mucho.
Creo que en varias ocasiones os he dicho que los mejores regalos que me pueden hacer y que hago es compartir momentos con la gente que quiero. Y hace una semana pude ir a disfrutar en el Teatro Figaro de Madrid uno de esos momentos con mi madre cuando fuimos a ver La ridícula idea de volver a verte, una obra de teatro con nombre homónimo que sale de la novela de Montero.
La
novela construye línea a línea una narración que interpela a la
memoria personal y colectiva, donde también se habla de la
superación del dolor, de las relaciones entre mujeres y hombres o
del esplendor del sexo.
Una narración rotunda y delicada que ahora, por primera vez, llega a las tablas de la mano de la actriz Mª Luisa Borruel, que se muestra cómplice de la sensibilidad que emana la obra y que, a buen seguro, sabrá escenificar la puesta en escena.
Así se propone crear una atmósfera que envuelva el público y lo haga partícipe de la historia.
La música y esto os lo digo por experiencia propia, no sólo sirve de acompañamiento a las distintas imágenes, sino que sumerge a los espectadores y espectadoras en una experiencia sonora que conmueve y estremece.
Una narración rotunda y delicada que ahora, por primera vez, llega a las tablas de la mano de la actriz Mª Luisa Borruel, que se muestra cómplice de la sensibilidad que emana la obra y que, a buen seguro, sabrá escenificar la puesta en escena.
Así se propone crear una atmósfera que envuelva el público y lo haga partícipe de la historia.
La música y esto os lo digo por experiencia propia, no sólo sirve de acompañamiento a las distintas imágenes, sino que sumerge a los espectadores y espectadoras en una experiencia sonora que conmueve y estremece.
Ese
aire de melancolía y lucha por seguir viviendo me engancho desde la
primera escena que sale esa actriz que da vida a Rosa Montero y llena
de verdad, esperanza, dolor y amor todo el atrezzo elegantemente
elegido para la ocasión. E impregna la sala se esa buena sintonía y
amor que ella desprende.
Una escenografía:
- Sencilla pero que desborda cultura y respeto
- Con diferentes campos de acción que te trasladan a Marie Curie y Montero indistintamente
- Con proyección de fotos que llenan de emotividad y justicia
Una escenografía:
- Sencilla pero que desborda cultura y respeto
- Con diferentes campos de acción que te trasladan a Marie Curie y Montero indistintamente
- Con proyección de fotos que llenan de emotividad y justicia
Una
frase que me hizo reflexionar fue: "como no he tenido hijos,
las personas más importantes de mi vida son mis muertos". Y
que razón, porque también mis muertos son imprescindibles para mi,
porque mi vida y mis recuerdos no serían lo mismo sin ellos.
¿Os la recomendaría? Por supuesto, porque es simplemente una delicia.
Así que ya sabéis los martes en el Teatro Figaro a las 20:30 horas tenéis una cita con Rosa Montero, Marie Curie y Mª Luisa Borruel os esperan...
¿Os la recomendaría? Por supuesto, porque es simplemente una delicia.
Así que ya sabéis los martes en el Teatro Figaro a las 20:30 horas tenéis una cita con Rosa Montero, Marie Curie y Mª Luisa Borruel os esperan...
Reportajes
Marie Curie y Rosa Montero, cara a cara en un escenario para reflexionar sobre la pérdida y la igualdad
El
grupo teatral Aran Dramática estrena un monólogo basado en el libro
de la escritora madrileña La
ridícula idea de no volver a verte. Interpretado
por la actriz María Luisa Borruel, el texto aborda la pérdida de
seres queridos y la lucha por los derechos de las mujeres" Es
una obra sobre los duelos, pero también sobre la generosidad y el
amor a la vida", señalan Borruel y el director Eugenio Amaya
Miguel
Ángel Villena
La
científica Marie Curie (Varsovia, 1867-Passy, 1934) y la escritora
Rosa Montero (Madrid, 1951) tienen dos grandes características en
común: el sentimiento de pérdida por la muerte de sus parejas y la
lucha por los derechos de las mujeres. A partir de estos paralelismos
está construido el libro La
ridícula idea de no volver a verte,
publicado en 2013, y donde Montero reflexiona con una mezcla de
géneros literarios sobre la muerte de un ser querido, sobre el vacío
que deja, sobre una ausencia ya para siempre. Todo ello con el
trasfondo de la biografía de Curie, dos veces galardonada con el
Nobel, desde que fallece su marido, Pierre, en un accidente.
"Es
un libro valiente, generoso y de amor por la vida, a pesar de que se
construya con la perspectiva de una ausencia", explica la actriz
María Luisa Borruel que el próximo 4
de junio estrena en el teatro Fígaro, de Madrid,
la versión teatral del libro con la dirección de Eugenio Amaya.
Cuenta
la intérprete que su compañía, la extremeña Aran Dramática,
andaba buscando algún texto de una escritora española
contemporánea para llevarlo a escena. "En aquellos momentos",
recuerda, "escuché una entrevista con Rosa en la radio a
propósito del libro y a partir de ahí no tuvimos dudas de que era
la obra que necesitábamos".
Planteada
como el monólogo de una escritora que ha quedado viuda, con un
cuarto de trabajo como espacio escénico, Amaya comenta que se abrían
infinitas posibilidades de adaptación del libro y que
optó por rescatar lo esencial en
una representación que dura algo menos de hora y media.
"A
Rosa Montero", afirma, "le encantó la versión y, de
hecho, vino a un preestreno que hicimos en Alburquerque. En realidad,
solamente me dio dos indicaciones que se referían a cambiar el
nombre del que fue su pareja y a la sustitución de una foto de la
infancia del fallecido que se proyecta durante la representación".
Desde
entonces, en los últimos meses, han ensayado una y otra vez esta
obra que obliga a un auténtico tour de force como suele ocurrir en
los monólogos. María Luisa Borruel sonríe cuando se le pregunta si
va pronunciando por la calle pasajes de la obra o si sueña por las
noches con madame
Curie.
"Bueno", aclara, "la verdad es que el montaje me ha
obligado a una inmersión en la figura tanto de la escritora real
como de Marie Curie. Para ello me sirvieron mucho las biografías y
otro tipo de libros que Rosa me facilitó para estudiar la vida y la
obra de la científica franco-polaca, una de las grandes pioneras en
la lucha de las mujeres por la igualdad".
En
todo caso, la actriz extremeña tenía claro que los objetivos del
monólogo pasaban por no imitar a la escritora, por no convertir el
montaje en una conferencia y por destacar las conexiones entre la
autora de
La ridícula idea de no volver a verte con
Marie Curie.
Periodista
de larga trayectoria en el diario El País, novelista de éxito y con
numerosos premios en su currículo, entre ellos el Nacional de las
Letras en 2017, traducida a una veintena de idiomas, Rosa
Montero
ha
rescatado en las últimas décadas a muchas sobresalientes mujeres
difuminadas por la Historia. Una de ellas, sin duda, Marie Curie,
ganadora del Nobel de Física en 1903 junto a su marido y del de
Química en 1911 en solitario y la gran investigadora sobre la
radiactividad. Como en tantas otras ocasiones y a pesar de su
talento, Curie tuvo que afrontar los desprecios y escarnios de una
sociedad machista que no le perdonó ni sus triunfos en Francia ni su
independencia como mujer.
Eugenio
Amaya destaca que la adaptación teatral ha mantenido en general la
estructura del libro y la dramaturgia se ha limitado a resaltar lo
fundamental de esos paralelismos entre dos mujeres que se plantean
cómo abordar la pérdida de sus parejas.
"Quizá
el riesgo a la hora de llevar el texto a escena", señala el
director, "pasaba por sobrecargarlo de emoción. Pero creo que
María Luisa logra una emoción contenida que no se presta a una
visión sensiblera del tema".
Desde
la mirada, pues, de dos mujeres, Borruel cree que la obra enlaza
mejor con el público femenino y agrega que ha intentado transmitir
todo aquello que le afectó a Marie Curie con la fórmula de hablar
al público casi en un susurro. "Hemos querido también",
dice, "huir del panfleto, del mensaje plano, y observar los
detalles".
Expectante
por la reacción del público que podrá asistir a las
representaciones de La
ridícula idea de no volver a verte todos
los martes de junio y todos los lunes de julio en el teatro Fígaro,
Amaya y Borruel confían en que esta versión resulte sugerente tanto
para los espectadores que ya leyeron el libro como para los que se
acercan por primera vez a esta trama de vidas cruzadas con el duelo,
la muerte y el amor por la vida como trasfondo.
Las amargas lágrimas de Marie Curie
La compañía Arán Dramática lleva a las tablas «La ridícula idea de no volver a verte», basada en la novela más personal de Rosa Montero que relaciona con una experiencia similar vivida por la científica.
Raúl
Losánez
Llevaban
ya mucho tiempo, el dramaturgo y director Eugenio Amaya y la actriz
María Luisa Borruel –miembros fundadores de la compañía
extremeña Arán Dramática–, con ganas embarcarse en un proyecto
de pequeño formato sobre el que pudieran trabajar de una manera más
recogida, sin tener que contar con un gran elenco, y también más
sosegada, sin el apremio de una fecha determinada de estreno. Después
de haber desechado cuantos monólogos habían caído en sus manos, se
toparon casi por casualidad con la novela de Rosa Montero «La
ridícula idea de no volver a verte». Borruel había escuchado en la
radio una entrevista con la escritora en la que hablaban del libro y
enseguida intuyó que la novela podía tener un potencial escénico
aún no explorado. «En cuanto lo leímos nos dimos cuenta de sus
posibilidades –asegura Amaya–. La obra no solo está escrita de
una manera muy cercana y poética, sino que tiene, además, una
estructura muy teatral. Rosa Montero utiliza una voz narrativa que
habla directamente al lector; así que nosotros podíamos hacer, del
mismo modo, que la actriz hablase directamente al espectador». De
carácter manifiestamente autobiográfico, «La estúpida idea de no
volver a verte» disecciona el alma de una mujer, la propia
escritora, que
ha
perdido a su pareja y que analiza, por medio de la evocación y el
recuerdo, su existencia junto a él. Montero, que publicó la obra en
2013, encontró en la lectura del diario de Marie Curie, que también
perdió a su marido tras 10 años de matrimonio, el asidero perfecto
para armar desde ahí su historia.
Una
reflexión sobre la ciencia
Tendiendo
un puente entre el presente y el pasado, la autora de «La hija del
caníbal», establece aquí un paralelismo entre su propio mundo
emocional y el de la científica francesa –fallecida en 1934 como
consecuencia de la radioactividad de sus experimentos– para
reflexionar no solo sobre la pérdida y el duelo, sino también sobre
el papel de la ciencia y el conocimiento, las relaciones de pareja,
la creación artística y literaria, el sexo, etcétera. Aseguran en
la compañía que todo ese universo se mantiene intacto en esta
versión para las tablas cuya escenografía, diseñada por Claudio
Martín, representa el lugar de creación de la escritora. «Desde el
primer momento nuestra relación con Rosa Montero fue muy fácil y
muy fluida, porque nuestro espíritu siempre fue el de respetar lo
esencial del libro –explica Amaya–. Es verdad que se puede
discrepar en qué es lo esencial y qué no; pero mi labor como
dramaturgo ha consistido exclusivamente en comprimir y sintetizar.
Todo lo que se dice en la obra está escrito por Montero y sigue la
misma estructura del libro; solo hay un párrafo que he cambiado de
sitio. Es un trabajo de condensación muy meticuloso, pero no es una
adaptación».
Otro
pequeño cambio, aunque de nula relevancia dramática, es el del
nombre del fallecido. El Pablo de la novela –referencia al
periodista Pablo Lizcano, pareja de Montero– se transforma en la
función en un Carlos más despersonalizado y genérico. Lo
importante para los miembros de Arán Dramática es intentar ir más
allá de las personas concretas y llegar al espectador con la verdad
de las emociones. «Hay muchos desafíos en el espectáculo –reconoce
su director–. Y uno, desde luego, es llegar al público, tanto en
el plano puramente afectivo como en ese otro plano más narrativo en
el que se cuentan las vicisitudes y peripecias que atravesó Marie
Curie para consolidarse como científica en una época complicada y
dominada por los hombres. Es cierto que todo esto podría hacerse
árido a priori sobre un escenario; pero empezamos a encontrar
conexiones entre la biografía de Curie, la del personaje de la
escritora y también... la de la propia actriz. Y trabajamos mucho en
esa dirección, para que el material no se convirtiese en una especie
de conferencia descriptiva, sino en algo teatralmente potente. Para
conseguirlo, era necesario contar con una actriz como Borruel. Ayuda
mucho también la música de Óscar López Plaza. Es un tipo de obra
que tiene que ir fluida para que nadie aparte la atención. Y parece,
por las reacciones de esos “jueces insobornables” que son los
espectadores, que lo hemos conseguido».
Un
canto a la vida
Como
no podía ser de otra manera, los sentimientos dominan todas los
recuerdos y observaciones de la protagonista tanto en la novela como
en la función; pero eso no quiere decir, según Amaya, que la obra
sea melodramática: «No cae nunca en el drama lacrimógeno –asegura
el director–. No hay una ostentación de las emociones; lo que hay
es una emoción contenida, una visión respetuosa del sentimiento de
pérdida y de la muerte. Como dice Montero, la obra es también un
canto a la vida». Además, en las remembranzas de la protagonista se
cuelan, no pocas veces, algunas meditaciones bastante críticas con
esa realidad añorada. Escribe Montero en su libro sobre lo que ella
llama «el verdadero sexo débil»: «A menudo mimamos a los hombres
como si fueran niños y mantenemos un cuidado exquisito para no herir
su orgullo. Nos parecen inmaduros, precarios, infinitamente
necesitados de atención, admiración y aplauso». Es solo un
fragmento de un pasaje más amplio que se mantiene intacto en la
función. «De hecho, la escritora tuvo mucho interés en que esta
velada crítica a la vanidad masculina no se eliminase en la
versión», asegura Amaya entre risas.
Rosa Montero, del escritorio al escenario del teatro Fígaro
La
versión teatral de 'La ridícula idea de no volver a verte' llega al
teatro Fígaro de Madrid en una producción de la compañía Arán
Dramática
KARINA
SAINZ BORGO
En
el año 2013, cuando la escritora Rosa Montero publicó 'La ridícula
idea de no volver a verte' (Seix Barral), se habían cumplido cuatro
de la muerte de su marido. La pérdida desembocó en un libro de
recuerdos, memoria y biografía, la suya y la de la Premio
Nobel Marie Curie,
cuyos diarios leyó y trabajó para escribir lo que entonces quiso
llamar una reflexión sobre la vida. Ahora, ese libro sube al
escenario en la voz de una única actriz, María Luisa Borruel.
La
versión teatral de 'La ridícula idea de no volver a verte' llega al
teatro Fígaro de Madrid en una producción de la compañía Arán
Dramática dirigida por Eugenio Amaya, autor también de la
adaptación cinemaypgráfica. La obra estará en cartel en Madrid
todos los martes de junio y los lunes de julio. Tras el preestreno,
que tuvo lugar en la casa de cultura Luis Landero en Alburquerque, la
obra ha tenido dos funciones previas en el teatro Fígaro de Madrid
antes de su estreno, el 7 y el 21 de mayo. El pasado 24 de mayo se
estrenó en Badajoz, en el teatro López de Ayala de Badajoz.
La
perplejidad de la pérdida
La
ridícula idea de no volver a verte
sirve a la novelista para narrar las coincidencias y la perplejidad
que causó en la científica la pérdida de su esposo. Escrito con
una prosa personal, llena de hanshtangs como#Palabra
o
#hacerLoQueSeDebe,
Rosa Montero quiso conquistar la serenidad a través de la palabra
escrita, que en el escenario cobra especial peso con el monólogo de
un único personaje, la escritora. Rosa Montero quien esta obra hace
de la escritura como un hogar más confortable y seguro, propone en
este libro una serie de conflictos entre la propia libertad y el
#hacerLoQueSeDebe
y
para ello se mira en el espejo de una mujer que, para llegar donde lo
hizo, se dejó los huesos. “Hacer lo que se debe es una jaula
obsesiva y compulsiva que termina siendo destructiva. Estoy
intentando librarme de eso”.
Rosa Montero, más allá del dolor
La
ridícula idea de no volver a verte,
en el Teatro Fígaro, es un monólogo que presenta a un personaje más
dramático que el del libro
Nunca
ha ocultado sus ya lejanas incursiones en el teatro independiente a
través de grupos como Tábano. También acude ocasionalmente a
escenarios como los del Español o La Casa del Lector para presentar
sus novelas en montajes que ella misma escribe y dirige. Rosa
Montero
y el teatro siempre han estado muy cerca.
Tanto como la versión que el director Eugenio Amaya (Santiago de
Chile, 1951) y Aran Dramática estrenan el 4 de junio en el Teatro
Fígaro de La
ridícula idea de no volver a verte,
un título en el que Montero, guiada por los diarios de Marie Curie,
vierte la dolorosa experiencia de perder a un ser querido (en este
caso su pareja, el periodista Pablo Lizcano).
«Es
el libro más hermoso que ha escrito Rosa Montero», afirmaba
contundente Pilar Castro en la crítica publicada en estas páginas.
El montaje que veremos sobre el escenario de la calle Doctor Cortezo
lo protagoniza la actriz María Luisa Borruel. Es
un monólogo que,
según explica la escritora madrileña a El Cultural, presenta
a un personaje más dramático que el del libro, que tiene más
sentido del humor:
«Sólo he visto un primerísimo ensayo general. No sé si el
personaje quedará finalmente así. En todo caso, me quedé
impactada. Es una gran actriz”.
La
otra columna vertebral que sostiene el montaje es Amaya, con quien
Montero reconoce haber colaborado en los borradores de la obra con
algún pequeñísimo comentario. «El mérito es suyo y creo que ha
hecho un trabajo absolutamente formidable», señala la autora de Los
tiempos del odio (Seix
Barral) y El
arte de la entrevista (Debate),
sus entregas narrativas más recientes. «Nunca
pensé en La ridícula idea de no volver a verte como un
monólogo. Ni
se me ocurrió, pero debe ser un buen material porque están en
marcha otras dos versiones en Latinoamérica, una de ellas en
Argentina promovida por Gisela Halier». Comprobado el impacto que
recibió el texto literario, Montero no cree que su mensaje llegue
más directamente en un escenario – «no hay nada más íntimo y
más directo que el vínculo entre un libro y un lector»– pero el
teatro aporta otras cosas: «Es más adrenalítico, más vertiginoso
y físico. Es el hecho, algo que sucede ahí, en ese momento, contigo
y también con los demás».
Rosa Montero y Marie Curie, dos mujeres unidas por el duelo y el teatro
NANI
F. CORES
Arán
Dramática lleva a los escenarios la adaptación de la novela 'La
ridícula idea de no volver a verte'. Un monólogo protagonizado por
María Luisa Borruel y dirigido Eugenio Amaya. Puede verse en el
Teatro Fígaro de Madrid hasta el 29 de julio.
Si
a mí me dices qué es este libro yo te diría que es un libro sobre
la vida. Sobre la manera de vivirla más felizmente, más plenamente,
más serenamente y más libremente. Lo que pasa es que tú no puedes
aprender ni aspirar a vivir la vida serenamente si no llegas a cierto
acuerdo con la muerte, con la idea de tu propia muerte y la muerte de
los demás". Así de rotunda se expresaba hace ahora seis años
Rosa Montero para referirse a su libro La ridícula idea de no volver
a verte. El desgarrador y breve diario de Marie Curie (apenas 28
páginas), que ésta escribió durante el año siguiente a la
inesperada muerte de su esposo Pierre (que falleció al ser
atropellado por un coche de caballos), sirvió a la autora madrileña
como punto de partida para este trabajo literario.
"Cuando
leí esas 28 páginas me estallaron en la cabeza y no solo por la
relación con el duelo -Montero había perdido también a su marido
cuatro años antes- sino porque me di cuenta que el personaje de
Marie podía servirme para hacer rebotar una serie de ideas y
reflexiones que estaban dando vueltas en mi cabeza como peces en una
pecera". De esta manera nació un libro necesario que aborda el
tema del duelo pero que, a la vez, es una celebración de la vida que
nos queda por delante a los que proseguimos el camino. El Premio de
la Crítica de Madrid 2014 cobra vida ahora más allá de sus páginas
transformado en montaje teatral por obra y gracia de la compañía
Arán Dramática. Bajo la dirección de Eugenio Amaya, autor también
de la adaptación, y protagonizado por María Luisa Borruel; el
montaje se representará durante los meses de junio y julio en el
madrileño Teatro Fígaro (los martes 18 y 25 de junio y los lunes 1,
8, 15, 22 y 29 de julio).
En
un viaje que oscila entre el pasado y el presente, Borruel renace
sobre el escenario convertida en el personaje de La Escritora quien,
a su vez, recorre momentos de la existencia de la científica
francesa, su sufrimiento y marginación como mujer. "Marie Curie
en su época no fue abanderada de ningún movimiento feminista pero
con su actitud, su firmeza y su afán de superación es un ejemplo
porque peleó muchísimo tanto en su vida profesional como personal,
ya tras la muerte de su marido se enamoró de otro físico (Paul
Langevin) que además estaba casado. Rosa quería contar esta parte
de la historia porque solo conocemos a la científica de renombre
pero tuvo que pasar por mucho para llegar a eso", cuenta a
20Minutos la actriz. Borruel supo de forma instantánea que tenían
que llevar a escena esta historia: "Un día, escuchando la
radio, entrevistaban a Rosa que hablaba de este libro. Me enganchó
desde el primer momento lo que decían de él y fui a comprarlo
enseguida. Cuando lo acabé tuve claro que ese era nuestro próximo
proyecto". Y con el beneplácito y asesoramiento de Montero se
pusieron manos a la obra. "La primera vez que Rosa vio la obra
le impresionó mucho, en el escenario reconoció sus propios objetos
personales, su mesa, su sillón... Solo nos pidió, por pudor, que
cambiásemos el nombre de su marido".
Para
la actriz, que asume en este montaje todo el peso del texto, la obra
quiere romper una lanza sobre un tema todavía tabú para nuestra
sociedad: "Por la muerte pasamos de puntillas, no, ni siquiera
pasamos. No pensamos en ella, muy de vez de cuando recordamos que
somos mortales. Pero nos lo quitamos de encima enseguida...".
Pero ante todo, es una reivindicación "del aprender a convivir
con nuestro duelo, de la aceptación de que la muerte también es
parte de nuestra vida y de que las personas que se han ido no hay por
qué olvidarlas, van contigo el resto de tu vida".
Rosa Montero: Nunca se me ocurrió que "La ridícula idea" pudiera ser teatro
Concha
Barrigós – Agencia EFE
Cuando
Rosa Montero escribió "La ridícula idea de no volver a verte"
jamás pensó que pudiera ser una obra de teatro pero la adaptación
es "tan buena" que ya han comprado los derechos teatros de
Chile y Argentina: "el monólogo que han hecho tiene una fluidez
sedosa que le va muy bien al relato", dice. La compañía Arán
Dramática estrenará el monólogo el próximo día 4 de junio en el
Teatro Fígaro, interpretado por María Luis Borruel y dirigido por
Eugenio Amaya, autor también de la dramaturgia.
"Escribes
las cosas que son como son, sin pensar en nada más, por eso nunca se
me ocurrió que pudiera ser una obra de teatro pero Eugenio ha hecho
un monólogo estupendo", explica Montero en una entrevista con
Efe. Todas las frases que se dicen en el monólogo están contenidas
en su novela, pero Amaya "ha hecho una cosa increíble que ha
sido resumir y adecuar el relato, dándole una fluidez muy sedosa,
muy bien articulada, casi mágica", detalla la escritora
madrileña (1951). La novela empezó a escribirla hace ocho años y
la publicó hace cinco y su génesis fue muy casual: "yo estaba
con otra novela y no era capaz de pasar del tercer capítulo. Mi
editora me mandó, para que escribiera el prólogo, el pequeñísimo
diario de Marie Curie -24 páginas- y se me abrió la cabeza".
"Hacía
dos años que se había muerto Pablo -Lizcano, su marido- y comprendí
al ver ese diario de duelo tremendamente apasionado y enloquecido de
dolor que podía proyectar en ella y hacer un diálogo sobre cómo
aprender a vivir con serenidad el momento", relata.
Para
aprender a vivir con serenidad, dice, "tienes que llegar a un
acuerdo sobre la muerte de los seres queridos y de la propia. Yo lo
estoy intentando desde que tengo uso de razón", confiesa. Se
define como una autora existencial: "Los novelistas somos
personas con obsesión sobre la muerte. Escribo para darle sentido a
la muerte, a la pérdida", revela aunque este texto no es, en
ningún caso, un libro sobre la muerte y el duelo porque huye de la
literatura autobiográfica.
Le
encanta la actriz que da vida a la protagonista de su novela porque,
argumenta, tiene mucho que ver con ella "por vida, por pinta y
por todo". La obra, insiste, es muy diferente de lo que ella
escribió y no puede evitar verla como si fuera de otros: "La
lectura es de una absoluta intimidad y el drama tiene esa cosa
física, eléctrica, que es un suceso, que está pasando ahí".
Eugenio
Amaya explica a Efe que la idea de convertir la novela en teatro
surgió cuando su compañía, que ya había hecho dos monólogos
buscaba un proyecto creativo "más íntimo". "María
Luisa es una fan de Montero. La escuchó hablando de esa novela, nos
lo dijo, nos interesó y a principios del año pasado se lo
propusimos a Rosa. Nos gustó sobre todo el tono de la novela
propiamente dicha, en la que ella le habla directamente al lector, un
mecanismo que funciona en teatro". Amaya ha seguido la
estructura narrativa de la novela, ha contado con la "complicidad"
de Montero en la versión y el espacio escénico recoge la esencia de
la escritora, es decir, el lugar donde escribe, su ordenador, sus
artículos de escritura, una zona de lectura y otra que ocupa el
sillón del personaje del marido muerto de la escritora.
Curie
guardó durante un tiempo la ropa ensangrentada y con restos de sesos
de Pierre, y Montero, tras la muerte de Pablo, se mudó de casa, se
deshizo de la ropa de su marido y cambió la tapicería del sillón
donde él se sentaba. Nunca ha vuelto a sentarse en él.
EL MINISTRO EN FUNCIONES DE CULTURA, JOSÉ GUIRAO, ASISTE EN MADRID A LA REPRESENTACIÓN DE ‘LA RIDÍCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE’ DE ARÁN DRAMÁTICA
El
ministro de Cultura en funciones, José Guirao, así como la
consejera de Cultura e Igualdad de la Junta de Extremadura, Leire
Iglesias, asistieron anoche en el Teatro Fígaro de Madrid a la
representación de la obra ‘La ridícula idea de no volver a verte’
de la compañía extremeña Arán Dramática, basada en la novela
homónima de Rosa Montero.
José
Guirao saludó y conversó con el director del montaje, Eugenio
Amaya, y con la actriz que le da vida, María Luisa Borruel. La obra
se estrenó el pasado 4 de junio en Madrid después de su estreno
extremeño en el López de Ayala de Badajoz y seguirá aún en cartel
todos los lunes del mes de julio.
El
montaje de Arán Dramática lleva a escena el libro La
ridícula idea de no volver a verte,
que Rosa Montero publicó en 2013 y en el que entremezcla la vida de
la científica y premio Nobel Marie Curie, con la pérdida del marido
de ésta y el de la propia novelista, con lo que construye un sentido
libro de recuerdos, memorias y biografía. En él, una mujer, la
propia novelista, bucea en su intimidad y utiliza las palabras como
una vía de sanación.
En
un único escenario, el personaje de la Escritora recorre momentos de
la existencia de la científica francesa, de su sufrimiento y
marginación como mujer.En un movimiento entre el pasado de Curie y
el presente desde el que evoca momentos de plenitud y tristezas
vividos con su pareja, la Escritora va construyendo una narración
colectiva y personal, de época, sobre las relaciones entre hombres y
mujeres, el esplendor del sexo, sobre la ciencia y la ignorancia,
sobre la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría, de
quienes aprenden a vivir con plenitud y con ligereza.
La
ridícula idea de no volver a verte es
el último proyecto hasta hoy de la compañía Arán Dramática.
Fundada en 1990 por María Luisa Borruel y Eugenio Amaya, debutó ese
año con Estrellas
en la madrugada,
de Alexander Galin. Desde entonces ha realizado más de veinte
montajes sustentados en la reflexión crítica sobre la sociedad
actual y un tratamiento moderno del teatro clásico, como
refleja
su presencia en el Festival de Teatro Clásico de Mérida en cuatro
ediciones. La compañía ha sido candidata a los Premios Max en 2014
por Anomia,en
coproducción con el Centro Dramático Nacional, en las categoría de
Mejor autoría teatral (Eugenio Amaya) y Mejor empresa privada de
artes escénicas, y en 2015 por Coriolano,
en las categorías de Mejor actriz de reparto (María Luisa Borruel),
Mejor actor de reparto (Quino Díez) y Mejor versión teatral (Fermín
Cabal). Antes de La ridícula idea de no volver a verte, había
estrenado La
torre(2016)
y En
familia,
ambas de Eugenio Amaya (2015).
Estreno en Madrid de la versión teatral de ‘La ridícula idea de no volver a verte’, de Rosa Montero
La
lectura del diario de la científica Marie Curie y la evocación de
la muerte de la que fue pareja de la novelista Rosa Montero,
desembocaron en un sentido libro de recuerdos, memorias y biografía.
En él, una mujer, la propia novelista, bucea en su intimidad y
utiliza las palabras como una vía de sanación. La
ridícula idea de no volver a verte,
publicado en 2013, pasa ahora de las páginas del libro al escenario
de un teatro. La compañía extremeña Arán Dramática estrena el 4
de junio en el teatro Fígaro de Madrid una versión para la escena
protagonizada por María Luisa Borruel y dirigida por Eugenio Amaya,
autor también de la dramaturgia.
Rosa
Montero, de larga trayectoria periodística y narrativa, tomó como
motivo de su libro la vida de la científica y premio Nobel Marie
Curie, quien también perdió a su marido tras diez años de
matrimonio. Y establece un paralelismo entre los sentimientos de
Curie y su relación con su esposo Pierre y los de la propia
novelista a lo largo de la relación que mantuvo con su pareja, que
en esta obra aparece bajo el nombre de Carlos.
En
un único escenario, el personaje de la Escritora recorre momentos de
la existencia de la científica francesa, de su sufrimiento y
marginación como mujer, cuando, por ejemplo, su marido Pierre
recibió el Nobel de Física en 1903 y se negó a aceptarlo si no
incluían a Marie como premiada, lo que así ocurrió. Sin embargo,
el galardón lo recogió solo él; aunque en su discurso atribuyó a
ella el mérito del reconocimiento de la Academia sueca.
En
un movimiento entre el pasado de Curie, muerta en 1934 a causa de la
radiactividad fruto de sus experimentos, y el presente desde el que
evoca momentos de plenitud y tristezas vividos con su pareja, la
Escritora va construyendo una narración colectiva y personal, de
época, sobre las relaciones entre hombres y mujeres, el esplendor
del sexo, sobre la ciencia y la ignorancia, sobre la fuerza salvadora
de la literatura y de la sabiduría, de quienes aprenden a vivir con
plenitud y con ligereza.
“A
mí me sucedió que tomé mi duelo como una enfermedad de la que
había que curarse cuanto antes –se escucha a la Escritora en
escena-- En nuestra sociedad la muerte es vista como una anomalía y
el duelo, como una patología. Yo no quería sentirme avergonzada por
mi dolor. Así que procuré plegarme a lo que creía que la sociedad
esperaba de mí tras la muerte de Carlos. En los primeros días la
gente te dice: “Llora, llora, es muy bueno”, y es como si
dijeran: “Ese absceso hay que rajarlo y apretarlo para que salga el
pus.” Y precisamente en los primeros momentos es cuando menos ganas
tenía de llorar, porque estás en shock, extenuada y fuera del
mundo”.
El
proyecto teatral de Arán Dramática plantea respetar el espíritu y
la letra del material original, buceando en lo más esencial del
texto escrito por Rosa Montero, sintetizándolo para el buen
desarrollo de su adaptación a la escena. Este montaje es, según la
compañía extremeña, una oportunidad para explorar la relación
entre literatura y teatro.
La
ridícula idea de no volver a verte muestra
la atención que Rosa Montero presta en su literatura a la relevancia
de mujeres a lo largo de la historia. Su trayectoria como novelista
ha sido paralela a su labor como periodista, especialmente como
entrevistadora en el diario El País desde finales de los años 70.
Ya entonces empezó a publicar literatura, con la que obtuvo premios
como el Primavera, por La
hija del caníbal,o
el Grinzane Cavoir,
La loca de la casa.
Otros títulos de su producción son El
corazón del Tártaro, Historia del rey transparente, El peso del
corazón, La carneo,
el más reciente, Los
tiempos del odio.
Tour
de force de
una actriz
La
versión teatral de La
ridícula idea de no volver a verte supone
un nuevo tour
de force para
la actriz María Luisa Borruel, que ha demostrado en su trayectoria
su ductilidad en papeles interpretados en solitario, como recuerdan
los de Tejas
verdes,
de Fermín Cabal, donde asumía a cinco personajes diferentes, o en
el monólogo Mujer
rota,
de Simone de Beauvoir.
Tras
el preestreno en Alburquerque (Badajoz), la obra se estrenará el 4
de junio en el teatro Fígaro de Madrid donde ofrecerá un total de
11 funciones. Dos previas al estreno, el 7 y 21 de mayo, y después
del 4 de junio, se representará los días 11, 18 y 25 de junio, y
los días 1, 8, 15, 22 y 29 de julio.
El
espacio escénico, que representa el lugar de creación de la
escritora, ha sido diseñado por Claudio Martín y la iluminación
por Xavi Mata. La música ha corrido a cargo del compositor Oscar
López Plaza y Álex Pachón de las proyecciones de fotografías que
van apareciendo durante el relato de la protagonista.
La
ridícula idea de no volver a vertees
el último proyecto hasta hoy de la compañía Arán Dramática.
Fundada en 1990 por María Luisa Borruel y Eugenio Amaya, debutó ese
año con Estrellas
en la madrugada,
de Alexander Galin. Desde entonces ha realizado más de veinte
montajes sustentados en la reflexión crítica sobre la sociedad
actual y un tratamiento moderno del teatro clásico, como refleja su
presencia en el Festival de Teatro Clásico de Mérida en cuatro
ediciones.
La
compañía ha sido candidata a los Premios Max en 2014 por Anomia,
en
coproducción con el Centro Dramático Nacional, en las categoría de
Mejor autoría teatral (Eugenio Amaya) y Mejor empresa privada de
artes escénicas, y en 2015 por Coriolano,
en las categorías de Mejor actriz de reparto (María Luisa Borruel),
Mejor actor de reparto (Quino Díez) y Mejor versión teatral (Fermín
Cabal). Antes de
La
ridícula idea de no volver a verte,
había estrenado La
torre (2016)
y En
familia,
ambas de Eugenio Amaya (2015).
Entre
otros montajes del grupo extremeño figuran En
casa en el zoo,
de Edward Albee (2009); Manual
del perfecto trepa, de
Miguel Murillo (2006);
La serva padrona, de
Pergolesi (2004); Los
cañones, de
Juan José Marín Torvisco (2003); Agripina,
de
Fermín Cabal (2002), Medea
(1998)
y Mujer
rota,
de Simone de Beauvoir (1996).
Contacto: Manuela Vázquez
Foto de Félix Méndez
El preestreno de "La ridícula idea de no volver a verte", tuvo lugar en la Casa de Cultura Luis Landero de Alburquerque el domingo, 14 de abril, a las 20h. Posteriormente se representó en el Teatro Fígaro de Madrid y el Teatro López de Ayala de Badajoz.
Foto de Félix Méndez